Javier Olivera Ravasi, el sacerdote que organizó el plan para liberar a los genocidas presos
A través de una investigación, se pudo conocerse el plan pergeñado por trece diputados de La Libertad Avanza y seis personajes de la Justicia en pos de lograr que los criminales condenados por delitos de lesa humanidad queden libres. A todos ellos los convocó este sacerdote -cuya historia este portal contó hace varios meses- que eligió uno por uno y les planteó la necesidad de liberar a los «militares octogenarios» -como llaman en los grupos de chats a los genocidas-, entre los que se encuentran varios amigos de su padre, condenado a perpetua por delitos de lesa humanidad. ¿Quién es este hombre que representa al sector más oscuro de la Iglesia Católica?
En la capilla del Barrio, rodeada de un parque cuidado, una extensa arboleda y el canto de los pájaros, el joven sacerdote de larga sotana tiene su casa de varios ambientes, galerías, parrilla y hasta un pequeño estudio de televisión en donde filma los videos que luego sube a su canal de YouTube «Que no te la cuenten».
Hace unos meses hizo un video que subió a su canal en donde muestra su casa y específicamente su sitio de trabajo. Allí se ven en detalle los libros de su biblioteca, estampas e imágenes religiosas, un bombo y una guitarra con los que se acompaña cuando canta folclore junto a sus hermanos. Algunos otros elementos parecen no corresponder a un ámbito de paz, sin embargo, son los objetos preciados del sacerdote: una escopeta apoyada contra el bombo, una calavera humana sobre su escritorio, y un rosario de balas en un estante entre los libros.
Una larga historia de odio
Olivera Ravasi es circunstancialmente sanjuanino, nacido el 12 de septiembre de 1977. Su lugar de nacimiento tuvo que ver con el destino militar de su padre, Jorge Olivera, quien pasaría a la historia reciente con el apodo de «El Carnicero» por su afición por cortar y poner «carne a la parrilla«, tal como se mentaba por entonces a las mesas de tortura en los Centros Clandestinos de Detención.
En 1975 Olivera padre, oriundo de Posadas, fue destinado a San Juan, donde fue jefe de inteligencia del Regimiento de Infantería de Montaña 22. Allí conoció a Marta Ravasi, una psicóloga también recién llegada a la provincia desde la Capital Federal. Se casaron al poco tiempo. Ella, que trabajaba en la Universidad, empezó a ser informante del Ejército, tal como denunciaron años después algunas víctimas de la represión que fueron sus compañeros de trabajo. Es que casualmente, muchos de ellos fueron chupados por el grupo de tareas que desde el 24 de marzo de 1976 lideró su marido. La misma suerte corrieron algunos amigos de la pareja, como el matrimonio Gioja. Decenas de personas vinculados con ellos, fueron secuestrados y torturados: los más afortunados recuperaron la libertad, decenas permanecen desaparecidos.
Jorge Olivera era uno de los jefes del RIM22 y responsable del área 332 a la que correspondía la provincia de San Juan en el parcelamiento represivo organizado en dictadura. El 15 de octubre de 1976 y con su grupo de tareas secuestró a Marie Anne Erize, una modelo que había sido tapa de revistas, y que militaba en la villa 31 junto al Padre Carlos Mujica. La mujer estaba en San Juan desde un mes antes; había llegado huyendo de las garras de la represión, a las que no pudo esquivar.
Luego de secuestrarla en la calle, Olivera la llevó a un camping de suboficiales del Ejército llamado “La Marquesita”, que funcionaba como centro clandestino de detención. Testigos de la causa que luego se siguió contra Olivera declararon que, en aquel inframundo, Olivera y sus secuaces se disputaron jugando al truco quién de ellos sería el primero en violar a la cautiva. Marie-Anne fue asesinada poco después y sigue desaparecida.
Por ese delito fue detenido en el 2000 por la policía italiana por pedido de la justicia francesa, cuando paseaba por Roma con Marta Ravasi. En 2007 Jorge Olivera fue condenado en la «Megacausa San Juan» por el caso de Erize y doscientos cuatro secuestros, violaciones, torturas, desapariciones y asesinatos.
Hoy goza de prisión domiciliaria y en febrero de este año festejó los cincuenta años de casado con una fiesta por todo lo alto, en la que actuó Palito Ortega.
En 2000, el joven Javier Olivera Ravasi movió cielo y tierra para que liberen al padre de la prisión italiana. Recorrió canales y radios, escribió cartas al correo del lector del diario «La Nación» y fue invitado a «Hora Clave», el programa de Mariano Grondona, donde de manera perversa solían enfrentar -en pos de escuchar «las dos campanas»– a torturados con sus torturadores. Esa noche, para no variar, en el set se encontraron Marta Ravasi y su hijo Javier Olivera Ravasi con un hombre que, con enorme dolor, contó al detalle como Olivera lo había torturado y picaneado a tal punto, en las encías, que por ese motivo perdió todos sus dientes. Javier Olivera Ravasi, con total desdén, lo interrumpió para decirle: «Los nuevos te quedaron bien, che».
Ese año había dejado la carrera de Sociología, tenía 23 y según él mismo dijo en uno de sus videos de YouTube, «el adoctrinamiento izquierdista que proponían sus profesores me causó repulsión».
Poco después Javier Olivera Ravasi entró al seminario del Verbo Encarnado, en Mendoza. Fue interno durante varios años, y como seminarista también fungió como docente. El uso de sotanas a la vieja usanza, la misa en latín y las rutinas preconciliares eran la norma de la institución, que se considera sedevacantista y puertas adentro no respeta el poder papal. Se fue oportunamente de allí en 2015, cuando arreciaban las denuncias por abusos de menores en la institución.
Se vinculó con lo más rancio de la derecha católica, no solo por su formación en el Verbo Encarnado, sino por su vínculo con el lefebvrismo y el Opus Dei. Todas agrupaciones con peso político en la extrema derecha, y a la que pertenecen buena parte de la familia militar.
El cura y la Fundación San Elías
Junto a un compañero del Verbo Encarnado, creó la Fundación San Elías, que no está registrada para funcionar como orden religiosa en el Registro de Cultos que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Está registrada como Fundación, aunque no cuente con Comisión Directiva, ni actividades chequeables y no se sabe cabalmente que funciones cumple más allá de promocionar el canal de YouTube y las charlas de Javier Olivera Ravasi. Parece más un emprendimiento personal, que una Fundación de bien público.
Al entrar a la página web de Fundación San Elías lo primero y más visible tiene que ver con la cuestión monetaria: en primer plano montos y modos de donar, con discriminaciones para particulares o empresas y el detalle de cuentas bancarias en pesos, dólares o euros, incluyendo Mercado Pago y Paypal. El mangazo es concreto y Olivera Ravasi lo explica en un video: la finalidad es comprar el enorme petit hotel de la calle Montevideo 871, tal como él mismo muestra y explica en esta visita guiada.
Precisamente en ese edificio es donde, desde el 14 de marzo de 2024, se reunieron a comer empanadas jueces, abogados y diputados para debatir el método más efectivo para que los genocidas condenados por secuestros, torturas, robos de bebés, robos, estafas, homicidios y desapariciones estén en la casa y en la calle.
Es un viejo anhelo de la «familia militar», que tiene una representante como vicepresidenta y un sacerdote como Olivera Ravassi haciendo lobby para lograrlo. El cura lo expresa claramente en su canal de YouTube: «Que no te la cuenten», donde tiene miles de seguidores, al igual que en sus redes sociales.
El 11 de marzo, tres días antes de recibir en San Elías a los diputados y juristas, publicó en su perfil de X:
«Si quieren a los militares argentinos en las calles de Rosario:
1) Indulten a los ancianos militares o Anulen los falsos juicios de lesa humanidad y
2) Reparen la venganza kirchnerista que lleva más de 20 años contra los jóvenes militares que cumplían órdenes
3) Anulen la ley de defensa de la democracia que lo impide.
Si no, no la ven».
Posiblemente, esa sea la causa de su vida. Aunque es altamente probable, por su construcción constante de su imagen como líder y combatiente de la «Batalla Cultural», que pretenda erigirse como un candidato político de la extrema derecha en pos de una banca de diputado. La exposición pública que tuvo estos días, lejos de molestarle, parece encantarle.
Fuente: DataClave.-