Desigualdad materna: Madres estresadas y padres ausentes. El impacto de la pobreza en la crianza

Un informe de la Universidad Austral reveló cómo las condiciones económicas afectan a las madres de sectores vulnerables, acentuando desigualdades en salud, educación y crianza. El estudio muestra que la falta de recursos influye no solo en la vida de las mujeres, sino también en el bienestar de sus hijos, con un alto costo emocional y físico.

La maternidad, lejos de ser un concepto homogéneo, está atravesada por profundas desigualdades según el contexto socioeconómico. Un reciente informe del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral expone cómo las mujeres en situaciones de pobreza enfrentan mayores desafíos a la hora de criar a sus hijos, un fenómeno que se agudiza por la falta de educación y la presión económica.

El estudio destaca que el 20% de las madres de sectores vulnerables tiene entre 15 y 19 años, en comparación con apenas un 1,3% en los sectores de mayores ingresos. Este dato refleja la temprana maternidad, que no solo se asocia con mayores niveles de estrés, sino también con menores oportunidades educativas y laborales. Las jóvenes madres, sobre todo aquellas que no terminaron la escuela secundaria, ven limitadas sus posibilidades de desarrollo personal y profesional, perpetuando un ciclo de pobreza.

El informe también señala que casi el triple de las madres en situación vulnerable recurre al castigo físico en comparación con las madres de sectores más acomodados. Este comportamiento está directamente vinculado con los altos niveles de estrés que enfrentan estas mujeres, derivado de la presión de sostener económicamente a sus familias, muchas veces sin el apoyo de los padres de sus hijos. De hecho, 8 de cada 10 hogares en sectores de bajos ingresos son monoparentales, y un 68% de los padres no convive ni cumple con la cuota alimentaria.

Las cifras son contundentes: solo el 5,3% de los padres en sectores vulnerables acompañó a la madre a la última consulta médica de sus hijos, y aunque los padres de sectores más altos muestran una mayor presencia, solo el 16,8% acudió a la misma. Esta ausencia paterna contribuye a la sobrecarga emocional y física que enfrentan las madres, quienes además de proveer, deben cubrir todas las necesidades emocionales y educativas de sus hijos, muchas veces sin los recursos suficientes.

El fallecimiento de hijos es otro factor que impacta con mayor fuerza en los sectores vulnerables, donde la mortalidad infantil alcanza un 6,10%, frente al 1,60% en los sectores de mayores ingresos. El estudio revela que la muerte de un hijo no solo afecta profundamente a las madres en términos emocionales, sino que también se asocia a problemas de salud mental, abuso de sustancias y un mayor riesgo de enfermedades cardíacas y suicidio.

El acceso a la salud es otra de las grandes diferencias: mientras que el 24,5% de las madres vulnerables tiene cobertura de obra social, este porcentaje asciende a un 71,6% en los sectores no vulnerables. Esta brecha en el acceso a servicios de salud de calidad agrava la situación de estas mujeres, quienes ya enfrentan un mayor riesgo de enfermedades vinculadas al estrés y la falta de atención médica adecuada.

El concepto de «estrés maternal«, definido como la suma de procesos psicológicos y fisiológicos adversos que surgen de las demandas de la crianza, afecta al 90% de las madres de sectores bajos. Este fenómeno no solo genera un desgaste emocional en la madre, sino que también impacta en el desarrollo de los niños, formando un círculo vicioso que es difícil de romper sin intervenciones adecuadas.

El informe subraya la importancia de implementar políticas públicas que no solo atiendan las necesidades económicas de las madres vulnerables, sino que también apunten a su bienestar integral. La educación aparece como un factor clave, tanto para prevenir embarazos no deseados como para mejorar las oportunidades de vida de las mujeres. «La educación es esencial para el desarrollo integral de la mujer», afirma Lorena Bolzon, decana del Instituto de Ciencias para la Familia, y añade que es fundamental fortalecer los programas que acompañan a las mujeres embarazadas, no solo en términos de asistencia económica, sino también brindando herramientas que les permitan salir de la vulnerabilidad.

El documento de la Universidad Austral también destaca que las políticas deben ser preventivas, enfocadas en garantizar el acceso a la salud y la educación, y en reducir las brechas que perpetúan la pobreza intergeneracional. Además, hace hincapié en la necesidad de fomentar la corresponsabilidad parental, para que los padres se involucren activamente en la crianza de sus hijos y alivien la carga sobre las madres, especialmente en sectores vulnerables.

DATACLAVE.-

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