La ciencia de la atracción: enamorarse a través del olfato

Todos hemos oído hablar del amor a primera vista, pero no oímos a nadie hablar sobre el amor a primer olfato. Sin embargo, es aún más probable que nos sintamos atraídos por el olor de una persona más que por su apariencia. Esto ha sido cableado en nuestros sistemas sin que nos demos cuenta, y es algo que ha estado presente durante toda nuestra vida. Esto es la ciencia de la atracción en plena acción.

Aunque no olfateamos directamente a alguien en busca de una posible pareja, algunas de las formas en que funciona nuestro cuerpo al enamorarse son muy similares a las de otros animales, por ejemplo, el olfato.

El olfato como clave de la ciencia de la atracción

Nuestras narices son la mejor brújula para encontrar un compañero adecuado por dos motivos: las feromonas y el MHC, los genes que componen gran parte de nuestro sistema inmunológico. Muchas especies del reino animal se comunican a través de feromonas. Estos signos químicos ayudan inconscientemente tanto a los machos como a las hembras de una especie a demostrar su disponibilidad sexual.

La forma en que los animales reconocen a las parejas potenciales es a través del sentido del olfato, lo que los atrae instantáneamente. Está comprobado que hombres y mujeres, inconscientemente, también participan en esta práctica natural. Sin nuestro conocimiento, cuando nos sentimos atraídos por alguien, nuestro cuerpo produce estos compuestos químicos para comunicar la disposición sexual de nuestro organismo. Puede que no nos demos cuenta, pero nuestro cerebro sí.

De feromonas y otros gustos…

Todos los tipos de feromonas tienen diferentes efectos físicos o emocionales. Los animales son mucho más capaces de reconocerlos porque tienen un órgano especializado para ello. Sin embargo, la parte del cerebro que interpreta estos mensajes químicos es exactamente la misma tanto en humanos como en animales: el hipotálamo.

No obstante, hombres y mujeres reaccionan de manera diferente a estos estímulos. El hipotálamo de una mujer a menudo reacciona a la testosterona, mientras que el del hombre reacciona al estrógeno.

Sin embargo, la noción de que las feromonas pueden hacernos más atractivos no es cierta en absoluto. Solo quieren decir, más que cualquier otra cosa, que estamos disponibles sexualmente. Por lo tanto, comprar un perfume que contiene feromonas es todo menos útil. Las feromonas tienen un efecto en la forma en que percibimos a las personas que nos rodean, pero no son la razón principal por la que nos sentimos atraídos por ellas.

La realidad de la atracción y la compatibilidad

De hecho, nos sentimos atraídos por el aroma de otra persona debido a los genes MHC que constituyen su sistema inmunológico. La forma en que estos elementos se combinan en nuestros cuerpos define cuán resistentes somos a las enfermedades, y estamos programados para buscar parejas que tengan una configuración diferente a la nuestra. Estos genes producen moléculas de HLA, las que definen las enfermedades que podemos combatir y nuestra susceptibilidad a otras.

Claramente, tener una gama más amplia de genes MHC es una ventaja genética, y nuestro cuerpo lo sabe inconscientemente. Nuestro cuerpo percibe el MHC de otros humanos a través de su olor, y nos sentimos atraídos por aquellos que son opuestos al nuestro, porque en caso de reproducción, eventualmente generarían descendencia con un sistema inmunológico más robusto.

Este concepto fue estudiado en los noventa por Claus Wedekind, un zoólogo suizo, quien dividió a un grupo de estudiantes y mujeres para usar camisetas de algodón liso durante dos noches en las que no consumirían nada que pudiera afectar su aroma natural.

Después de eso, almacenó las camisetas en diferentes cajas de cartón para que los estudiantes las olieran, y tuvieron que clasificar los olores en tres categorías: intensidad, agrado y sensualidad. Los resultados mostraron que los olores que más gustaron a las personas fueron los de personas con diferentes MHC, lo cual fue analizado previamente. Dejó claro que, aunque estemos en una etapa avanzada de nuestra evolución, algunos de nuestros instintos más primarios todavía están despiertos dentro de nosotros. Simplemente no los olemos.

Texto Cortesía de CC+ ECOOSFERA.

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