Un hombre fue aplastado por la pala hidraúlica de un camión en un basural
La víctima, de 28 años, hurgaba entre los residuos cuando fue impactado por el vehículo recolector. La tragedia sucedió en el Campo de Abasto, en Entre Ríos.
Un hombre de 28 años murió aplastado por un camión recolector de residuos mientras hurgaba entre los desperdicios de Campo de Abasto, uno de los basural a cielo abierto más grandes de la Argentina, ubicado en Concordia, Entre Ríos.
Según informó el Diario Uno, la tragedia ocurrió pasadas las 16 cuando la víctima, de acuerdo al relato de otros recolectores que presenciaron la tragedia, comenzó a retirar desechos que iban cayendo de un camión, sin percatarse del movimiento de la gigantesca pala hidráulica que terminó matándolo.
El diario El Entre Ríos, por su parte, publicó que tanto el conductor del vehículo, de 28 años, como su ayudante, de 52, estaban realizando movimientos de descarga cuando escucharon los gritos de las personas que estaban en el lugar.
Tras el accidente, el joven malherido (cuya identidad aún no trascendió) fue socorrido y trasladado en ambulancia al hospital Delicia Concepción Masvernat, aunque al llegar a la guardia ya había fallecido.
Según se supo, la víctima no solía ir a buscar residuos en El Abasto y habría sido la primera vez que visitó el predio, lo cual explicaría por qué no se percató del peligro.
Personal de la División Criminalística de la Jefatura Departamental de Policía trabajó en la escena para determinar las circunstancias del accidente.
El periodista entrerriano José Luis Godoy habló con TN sobre lo ocurrido y, además de calificar la situación como “penosa”, indicó que el hombre, como tantos otros, podría haberse acercado a conseguir algo para alimentarse. “Van muchas personas a buscar comida”, contó.
Respecto a la tragedia, Godoy señaló: “Yo charlé con los recolectores que estaban allí y me dijeron que esta persona, por su inexperiencia, vio tal vez algo que le interesaba y no tuvo en cuenta la pala hidráulica del camión que hace un movimiento para tirar la basura, y entonces le habría impactado en la cabeza. Al parecer fue un golpe muy duro, muy fuerte”.
Y agregó: “Para ir a ese lugar tenés que estar desesperado”.
En 2019, una desgracia similar tuvo lugar en el mismo predio, cuando una nena de 11 años, que esperaba junto a sus hermanitos para buscar algo que comer, también murió aplastada por un camión que descargaba basura.
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A las 7 y media llega el primer camión recolector. Entra en el predio a toda velocidad y es un milagro que no haya pisado a nadie. La alerta es general en el lugar y ya todos corren detrás de la “Cuca” (por cucaracha) que es así como le dicen a los camiones. Es muy importante encontrar una buena ubicación debajo del camión para poder abrir más bolsas. Muchas veces el orden se da por antigüedad, pero otras por quién corre más y llega primero.
Los mecanismos de apertura del camión recolector están atrás y al costado y son accionados por los mismos recicladores. Los choferes y los acompañantes no bajan de la unidad. Ellos forman parte de la comunidad que tira la basura, no de la que la junta. Apenas se abre la compuerta sale con fuerza de la presión la primera tanda de bolsas.
Ahora hay que apurarse. Porque lo que vos no juntás lo junta el de al lado. Y hay que recolectar cientos de kilos para que la jornada valga la pena.
Me puse a trabajar con ellos. A abrir las bolsas. Solo miraba lo reciclable, las botellas, el cartón, el vidrio. Como un modo de autopreservación eludía mirar el resto, como cosas podridas o repugnantes.
Pero la podredumbre la sentí en las manos. La basura está tibia. Dicen que es por la falta de oxígeno en las bolsas. Eso fue algo que no pude dejar de sentir y que todavía me acompaña. Los guantes se humedecen rápido y si parás a descansar un rato se endurecen como piedras. El final de cada jornada transcurre inevitablemente con las manos descubiertas.
El trabajo es muy duro y peligroso. Y eso se compensa con una actitud despreocupada y de una alborozada camaradería. Salvando las distancias en los quirófanos suele pasar algo parecido. Si bien los pacientes no podemos verificarlo (porque a esas instancias llegamos dormidos), es sabido que durante las operaciones, los médicos hacen chistes y las enfermeras escuchan música. Todo para descomprimir una situación que es muy estresante.
Acá igual. Ví por ejemplo a un joven subirse a lo más alto de un camión volcador y deslizarse sobre la basura hacia abajo como una montaña rusa. O tirarse unos arriba de otros como si estuvieran festejando un gol. El piso lleno de basura es inestable y es muy frecuente resbalones o caídas.
Eso es muy peligroso y siempre hay lesionados. En la basura hay muchos vidrios, clavos, cables, plásticos con punta y no es infrecuente encontrarse residuos patológicos. Todo esto es más grave cuando el trabajo se hace sin zapatos de seguridad, vestimenta adecuada ni guantes. Eso es lo que pasa acá. Todos trabajan con remera, jogging y zapatillas en mal estado.
En el lugar soplan distintos olores. Se sabe que la basura produce biogás (una mezcla entre metano y dióxido de carbono). Es una mezcla tóxica, pero no podría decir a qué huele. Por momentos el olor a podrido es tan intenso que sentís que no pasa, que se atora en las fosas nasales. Tarda mucho tiempo en disiparse y al final de la jornada se vuelve a oler como recuerdo.
Pero el olor predominante es el de los lixiviados de la basura. Es ese olor ácido, dulce y metálico que se forma cuando el agua atraviesa la basura y se precipita como si los residuos estuviesen en un gigantesco filtro de café. Si te olvidás unos días de sacar la basura en casa, ese líquido que a veces termina en el piso es el lixiviado.
Lo grave en estos basurales es que el piso no está impermeabilizado y todo ese ácido termina drenando a la aguas subterráneas que están en el subsuelo. Se depositan en el curso de agua de donde abrevan los pozos en los barrios cercanos. Resultado: agua contaminada. Abrís la canilla y sale basura en estado líquido. | TN.