Un disparo en la cabeza curó su enfermedad mental y cambió su vida

En 1988, un joven de 19 años intentó acabar con su vida de un disparo con una pistola calibre .22 y, por azar, destruyó la región de su cerebro responsable del trastorno obsesivo‑compulsivo (TOC). La bala eliminó sus compulsiones sin afectar su inteligencia. Este caso único redefine los límites del conocimiento psiquiátrico.

En Vancouver, un psiquiatra informó que el paciente —llamado solo «George» para proteger su privacidad— sufría un TOC debilitante, con lavado de manos centenares de veces al día. Incapaz de asistir a la escuela o mantener un trabajo, vivía aislado. Tras el intento de de quitarse la vida con un disparo de un arma calibre .22 la bala quedó alojada en el lóbulo frontal izquierdo, zona asociada a sus obsesiones. Tras extraer parte del proyectil, sus compulsiones desaparecieron casi por completo.

El equipo médico comparó su coeficiente intelectual y pruebas cognitivas antes y después del incidente. Los resultados mostraron que no sufrió deterioro en sus capacidades mentales. George, incluso, completó su secundaria y comenzó estudios universitarios. La depresión fue tratada con antidepresivos tras el suceso, y su TOC permaneció controlado sin intervención quirúrgica consciente.

Cinco años después, el paciente aún presentaba rituales menores, como cerrar dos veces una ventana o lavar platos con extrema atención. Sin embargo, estas características no interferían con su vida diaria. George vivía solo y mantenía relaciones familiares limitadas, pero funcionales. El caso fue descrito como una cirugía cerebral inesperada y exitosa en el British Journal of Psychiatry, siendo considerado un testimonio sorprendente del papel del lóbulo frontal en los trastornos obsesivos.

Este tipo de lesión accidental ofrece una analogía involuntaria con los procedimientos neurológicos utilizados como último recurso para casos de TOC intratable. Aunque la lobotomía frontal ya no se practica, técnicas menos invasivas, como la estimulación cerebral profunda o resección focal del cortex orbitofrontal, se realizan en muy pocos casos con resultados variables y bajo estricta supervisión.

Evolución del conocimiento sobre TOC y tratamiento neuroquirúrgico

Un disparo en la cabeza curó su enfermedad mental y cambió su vida

Desde aquel disparo que accidentalmente curó a George, la psiquiatría ha avanzado enormemente en la comprensión del TOC y sus tratamientos neurológicos complementarios. Hoy en día, se considera que entre el 1 % y el 3 % de la población puede presentar TOC en algún grado. La combinación de terapia cognitivo‑conductual con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) es el tratamiento de primera línea y es eficaz en más del 90 % de los pacientes moderados.

Para casos resistentes al tratamiento convencional, la neurocirugía funcional ha evolucionado. Técnicas como la estimulación cerebral profunda (ECP) o la resección selectiva del cortex orbitofrontal se aplican en muy pocos centros especializados. Estos procedimientos buscan modular circuitos cerebrales implicados en el TOC sin los efectos devastadores de las antiguas lobotomías.

Aunque los resultados son variados, muchos pacientes mejoran significativamente. La comunidad científica considera este tipo de intervenciones como último recurso. A diferencia del caso de George, estas terapias se planifican meticulosamente con imágenes cerebrales avanzadas, neuroimagen funcional y equipos multidisciplinarios.

En lo que respecta al paciente original que cuyo TOC fue curado con un disparo, no hay registros públicos que confirmen si sigue vivo hoy, 35 años después. Pero su historia permanece como un ejemplo extraordinario del poder del cerebro para reorganizarse y curar bajo circunstancias extremas. La observación clínica de su estado estable durante años fortaleció teorías sobre las bases neurales del TOC y estimuló investigaciones sobre tratamientos dirigidos al lóbulo frontal.

Este caso singular de 1988 pasó a la historia como un ejemplo inesperado de curación del TOC tras un daño en el lóbulo frontal por un disparo. Desde entonces, la psiquiatría avanzó, desarrollando tratamientos más precisos y seguros. La historia de «George» se convirtió en una apertura para una mejor psiquiatría.

Referencia:

New York Times/Brain Wound Eliminates Man’s Mental Illness. Link

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