Plan Nacional de Alfabetización: Crónicas de un modelo educativo sin futuro

Un cuestionado Plan Nacional de Alfabetización impulsado por Javier Milei reaviva viejos debates: ¿es la lectura el problema central del sistema educativo?. Mientras se recortan fondos, se tercerizan políticas en manos privadas y surgen dudas sobre el verdadero objetivo del programa.

“El analfabetismo es la raíz de muchos de los problemas educativos del país”, afirmó Javier Milei en julio de 2024 durante un acto en San Juan, donde presentó el Plan Nacional de Alfabetización. Suena fuerte, pero hay un problema: según el censo 2022, más del 98% de los argentinos está alfabetizado. Entonces, ¿a qué responde este discurso? ¿Es una solución a un problema inexistente o una estrategia política para justificar otros objetivos?

Este plan, que remite al histórico programa de alfabetización impulsado por Raúl Alfonsín en los 80, parece ser su antítesis. Mientras el gobierno radical buscaba incluir a los sectores más vulnerables en un contexto de recuperación democrática, el gobierno de Milei plantea un modelo privatizado, impulsado por ONGs como Argentinos por la Educación (AXE), vinculadas a grandes corporaciones.

El argumento central del plan esgrimido por el oficialismo proviene de los resultados de las pruebas Aprender, aplicadas durante el gobierno de Mauricio Macri. Según estos datos, 4 de cada 10 estudiantes de 3° grado tienen dificultades para interpretar textos. Sin embargo, especialistas como Gabriela Diker, investigadora y docente experta en educación,cuestionan la veracidad de este diagnóstico: “No entienden lo que leen” es un eslogan que simplifica la complejidad del problema. «No se trata solo de alfabetización inicial, sino de un déficit estructural que incluye matemática y otras áreas fundamentales”.

¿Por qué, entonces, la obsesión con la lectura? ¿Es casualidad que las principales ONG detrás del plan estén vinculadas a empresas como Techint, Pan American Energy y Pérez Companc? ¿O estamos ante un modelo que busca lucrar con la educación en lugar de garantizar derechos básicos?

El Plan Nacional de Alfabetización se apoya en propuestas como el Plan Raíz y programas como Copla, gestionados por fundaciones privadas y financiados por multinacionales. Según Miguel Duhalde, secretario de Educación de la CTERA, este esquema “promueve un modelo educativo fragmentado, dependiente de intereses privados y con una fuerte pérdida de identidad cultural”.

Duhalde también advirtió sobre los préstamos millonarios otorgados por el Banco Mundial: “Uno de 1.200 millones de dólares para desarrollo infantil temprano y otro de 800 millones para alfabetización básica. Lo más grave es que un funcionario reconoció que estos programas son la ‘salvaguarda’ de los préstamos internacionales”. Es decir, ¿educar o endeudarse?

El modelo educativo defendido por Carlos Torrendel, secretario de Educación, prioriza métodos estructurados de enseñanza como la conciencia fonológica, dejando de lado enfoques constructivistas que abordan la lectoescritura de forma integral. Esto incluye evaluaciones como la prueba EGRA, que mide cuántas palabras correctas lee un niño en un minuto, un enfoque que Marta Zamero, experta en didáctica, califica de “prácticas de laboratorio inapropiadas para evaluar a niños”.

¿Por qué insistir en una educación medida por cronómetros? ¿Se puede enseñar a leer sin entender el contexto, la cultura y las necesidades de cada región?

El Plan Nacional de Alfabetización no puede analizarse aislado de otras medidas del gobierno libertario como lo es el recorte del 40,2% del presupuesto educativo, el desfinanciamiento de las universidades públicas, y la eliminación de programas como Conectar Igualdad son ejemplos de un modelo que parece priorizar el ajuste sobre la inversión en educación.

Mientras tanto, los números muestran una realidad ineludible: según el censo de 2022, solo el 1,92% de la población argentina no está alfabetizada. Entonces, ¿por qué un gobierno que degrada al Ministerio de Educación a Secretaría hace de este plan su bandera principal?

El próximo año, los fondos internacionales serán claves para implementar estos programas. Sin embargo, sectores gremiales y académicos advierten sobre las consecuencias de depender de préstamos externos para sostener la educación pública. Mientras tanto, la falta de inversión estructural plantea un escenario incierto para millones de estudiantes.

¿Es este plan el principio de una transformación educativa o simplemente una cortina de humo para ocultar ajustes y desmantelamiento del sistema?

DATACLAVE.-

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