Cuerpos y mentes aterrorizadas por los cambios económico y políticos

Poca es la gente que no vive esta época como una montaña rusa de emociones que entremezclan ansiedad, depresión, soledad, desesperanza. Estos síntomas pueden resistirse colectivamente, si se desplaza el terror cotidiano a una micropolítica donde las emociones estén en primer lugar. Hacernos la pregunta de cómo queremos vivir también es asumir un riesgo, pero ¿quién no está en riesgo constante hoy en día?

Me dice que en su grupo de colegas estan todos re quemadxs, todxs colpasadxs. Que la mayoría de sus estudiantes vienen medicadxs o diagnosticadxs con algo. ¡No podemos más! 

Le pregunto: ¿y qué dirían todos los síntomas juntos, si dijeran algo? ¡Que tenemos que parar!, me dice encontrando un alivio y un cierto riesgo en sus palabras. Un brillo en la sonrisa, una tensión revitalizante. ¡Paro General! Enuncio y nos reímos. Después baja la cabeza, me mira con tristeza y me responde resignado: igual, no se puede parar, con la vida no se puede parar.

¿Qué nos está pasando? ¿de qué se trata esta crisis en nuestra salud mental? El diciembre del 2022 el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) realizó un informe sobre la salud mental de la población argentina y entre otros resultados salió que el 45,5 por ciento de lxs argentinxs está atravesando una crisis vital o económica, y el 9,4 por ciento de las personas están en riesgo de sufrir un trastorno mental. 

Dentro de lo que se llama crisis vital se encontraban sintomatologías como: depresiones, ansiedades, riesgo suicida, insomnio. Siendo las personas que viven en la pobreza y con menores recursos las más afectadas. Las políticas que hacen a nuestras vidas invivbles que nos abandonan y nos desamparan nos producen una crisis vital. Y el riesgo aparece como efecto de descuido. Síntoma individual pero común. Pero pienso que un riesgo sin la adrenalina del salto, más que riesgo es estado de terror. Porque hay riesgos que se toman colectivamente, como actos de cuidado. Y están erotizados en un común.

La desmesura anímica que produce la imaginación política y creativa, el temblor de un cuerpo vivo cuando aparece el límite a la humillación, un brillo en la sonrisa y la mirada revitalizante cuándo el riesgo queda de nuestro lado como capacidad de agencia sobre el mundo. No se puede jugar e imaginar radicalmente con otrxs sin riesgo. Pero tampoco en una situación de tanta peligrosidad¿Cuáles son nuestras prácticas comunes de erotización colectiva? ¿Qué relación hay entre la erótica, el riesgo y la política? ¿esta crisis vital es solo reflejo de la crisis económica o hay algo ahí que puede decirnos un poco más? ¿cómo re-apropiarnos de nuestro riesgo común?

Esta crisis vital, hecha del modo de vida asfixiante sobre nuestras sensibilidades, hecha de nuestros cuerpos rotos, ansiedades, agotamientos, insomnios, colapsos, pánico, puede ser leída también como consecuencia de una separación. El riego y la fuerza erótica toman dos caminos diferentes. Nuestras prácticas de erotización comunes quedan capturadas por el mercado y el riesgo – que no se pone a jugar en la elaboración de límites o en las imaginaciones radicales – se desplaza a nuestros cuerpos. 

Afectos que no cesan de enunciar. ¡Una encerrona cruel! Eso que llaman crisis en salud mental es el territorio donde se pronuncian de maneras desesperadas los afectos y sentimientos de colapso. Que no pueden ser leídos con las categorías que se tienen. Y pareciera que solo son posibles a ser escuchados si se activan en nosotrxs ciertas experiencias de saber del cuerpo que implican la percepción, la intuición y nuestra sensibilidad. Prácticas de re-erotización del riesgo común.

Entonces hablar hoy de salud mental es hablar del terreno de la micropolítica, la poética y la erótica. Las tres tan intrincadas como parte del mismo embrión. La micropolítica es el campoen donde se elaboran estas escuchas singulares y sus respuestas particulares. No es lo que ocurre en un local de un partido o es una lectura de lo macro en una situación íntima ovincular. Si no, el suelo de los afectos desestabilizantes, de los actos más rebeldes o más guionados, de sentimientos hostiles, tristezas, agotamientos extremos, sensaciones de estar quemadxs, padecimientos, pero también modos de los entusiasmos, calenturas, maneras de experienciar eróticamente el mundo. Modos íntimos y públicos de elaboración y creación anímica. Donde se cocina la poética como gesto de expresión social.

¿Qué pasa cuando hacemos de nuestra crisis vital un déficit individual? La patologización de nuestra crisis vital va en el sentido contrario a erotizar el riesgo y escuchar estos signos. Percibir el malestar como un asunto a resolver solamente en lo individual, a los sumo pidiendo ayuda pero como asunto doméstico, convierte a esta crisis vital en una situación vergonzante y es vivida como deficitaria. Lo que hace la palabra patología en este sentido es direccionar la atención de un problema del mundo a una persona individual. Las patologías re direccionan la atención y reordenan los problemas: están dentro de cada persona. 

¡Cambiamos e inventamos patologías y no cambiamos ni inventamos otros mundos! Es en la experiencia del riesgo común, donde se tejen ambiguamente las condiciones de vida y de salud mental. En todo caso, una contra salud. Dónde se traman la fuerza erótica, vital, creativa, la política, nuestras prácticas cotidianas y la pregunta de cómo queremos vivir. Hacernos la pregunta es tomar ciertos riesgos. Y en esas múltiples respuestas la posibilidad de un re-encantamiento de la vida, no individual. Sino de esa vida que se despliega en un grupo, la vida de un pueblo, de un río, de un bosque, de un hábitat particular.

¿Y qué dirían todos los síntomas juntos, si dijeran algo? ¡Hay que parar! El riesgo se impone en nuestros cuerpos individuales en forma de crisis vital para decirnos que este modo de vida no da para más.

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