Black Mambas y Akashinga, los colectivos de mujeres africanas que luchan contra la caza furtiva y protegen la fauna silvestre

En Sudáfrica y Zimbabue, dos grupos femeninos combaten a los cazadores furtivos desde enfoques distintos pero complementarios: unas lo hacen sin armas y con estrategia; las otras, armadas. También ayudan a las víctimas de violencia domestica

En el sur de África, hay mujeres dispuestas a arriesgar sus vidas para proteger a las especies animales amenazadas por los disparos de los cazadores furtivos. Las Black Mambas, en Sudáfrica, forman una unidad femenina que patrulla la sabana sin armas, pero con una determinación firme. En Zimbabue, las Akashinga —nombre que significa “las valientes”— también se formaron con el mismo propósito. Muchas de ellas comparten un pasado marcado por la violencia doméstica, el abuso o la pobreza extrema, y se entrenaron como fuerzas tácticas armadas para defender la vida silvestre.

Los grupos actúan en territorios distintos, pero bajo un principio común: cuidar la vida animal. Juntas están revolucionando no solo la manera de proteger elefantes, rinocerontes y otras especies amenazadas, sino también el significado de ser mujer en una región donde históricamente fueron silenciadas. En cada patrullaje, desafían estereotipos, enfrentan peligros y se convierten en símbolos de resiliencia frente a una crisis ambiental que se extiende por todo el mundo.protegen entre ellas.

Pero además de enfrentar cazadores, reconstruyen comunidades, sanan sus heridas y siembran esperanza entre sus pares. La sabana africana es su campo de batalla y el escenario de una revolución silenciosa.Estas mujeres patrullan una reservaEstas mujeres patrullan una reserva que alberga, además de rinocerontes, leones, elefantes y jirafas, entre otros animales (AFP)

Las Black Mambas, las pioneras

En 2013 nacieron las Black Mambas, el primer grupo femenino dedicado a la lucha contra la caza furtiva. Aunque su nombre evoca a la veloz y silenciosa serpiente negra africana, ellas actúan desde otro lugar: no atacan, disuaden.

Su ámbito de trabajo es dentro de la Reserva Natural Balule, que pertenece al Área de Conservación del Gran Kruger, en Sudáfrica. Se manejan con una estrategia clara pero pasiva ante los peligrosos cazadores: por medio de la vigilancia, con mucha paciencia y teniendo presencia constante en uno de los territorios más golpeados por la caza de rinocerontes y elefantes.

Caminando o montadas en un jeep, patrullan durante 21 días consecutivos cada mes, dos veces al día (cuatro horas al amanecer y el mismo tiempo al atardece), revisando cercas, detectando trampas, buscando huellas de cazadores, atentas a los sonidos (para detectar disparos) y denunciando cualquier indicio sospechoso.

Aunque no portan armas ni realizan arrestos, las Black Mambas desempeñan un papel crucial en la detección temprana y prevención de la caza furtiva. Verlas patrullando, entrenadas y firmes en sus uniformes, tiene un efecto disuasivo significativo ante los hombres, incluso armados.

Su tarea innovadora fue diseñada por Craig Spencer, jefe de guardabosques en Balule, quien se inspiró en el modelo de policía comunitaria británica. Al igual que una patrulla civil que utiliza el diálogo, la presencia constante y estrategias preventivas, las Black Mambas se instalan en el territorio para adelantarse al crimen. Además, conocen cada rincón de la reserva inserta en la sabana y saben exactamente dónde puede surgir el peligro.

Desde su creación, su impacto fue notable. Los resultados lo dicen: en sus primeros años, lograron reducir la caza furtiva en hasta un 76 % y mantuvieron diez meses consecutivos sin muertes de rinocerontes en su zona.Black Mambas, las guardianas deBlack Mambas, las guardianas de los animales salvajes de Sudáfrica (AFP)

Todo esto es mérito de ellas y del arduo trabajo que realizan desde el principio: antes de integrarse a las Black Mambas, reciben tres meses de formación intensiva. Durante este tiempo, se someten a ejercicios físicos diarios, como correr 5 km, y aprenden técnicas de supervivencia, normas de cumplimiento y el uso de radios portátiles para mantener la comunicación entre ellas. El último mes del entrenamiento es el más exigente, ya que deben demostrar su capacidad para sobrevivir en medio de la nada. Parte de esta prueba consiste en construir refugios en la selva y aprender a desenvolverse, a veces, sin agua ni comida.

Pero su transformación no se limita a las cifras logradas en la protección de la vida silvestre. Muchas de estas mujeres provienen de comunidades empobrecidas, y gracias a su trabajo, lograron encontrar una nueva identidad, sentirse orgullosas de lo que hacen y descubrir un propósito en sus vidas. Además, cumplen una importante función educativa.

A través del programa Bush Babies, enseñan a niñas y niños el valor del respeto por la vida silvestre. Lo que comenzó como una estrategia de conservación se convirtió en una poderosa herramienta de empoderamiento, justicia social y un cambio cultural profundo para las mujeres africanas.Una de las imágenes épicasUna de las imágenes épicas que describe a la unidad contra la caza furtiva de Zimbabue (IAPF)

Las Akashinga, las guardianas de Phundundu

Mientras las Mambas eligen la vigilancia sin violencia, en Zimbabue se escribe otra historia, con una estrategia distinta pero un mismo propósito. En 2017 nació Akashinga —que significa “las valientes” en lengua shona—, un cuerpo armado de mujeres que protegen una de las últimas grandes poblaciones de elefantes del país, en el Parque Nacional Phundundu. A través de su valentía, no solo defienden a estos animales, sino que también desafían normas sociales y culturales profundamente arraigadas.

Esta unidad de elite está conformada exclusivamente por mujeres que fueron víctimas de violencia domésticaen situación de pobreza o madres solteras, que encontraron en la protección animal un camino para la transformación personal y colectiva. Aunque fueron seleccionadas por su vulnerabilidad, ahora se son guardianas de la vida animal africana. Fue la Fundación Internacional contra la Caza Furtiva (IAPF) la que creó el grupo con un doble propósito: proteger a los elefantes, cuyas poblaciones se ven gravemente amenazadas por la caza furtiva, y empoderar a las mujeres en una región donde todos los modelos de conservación fueron tradicionalmente dominados por hombres.En Zimbabwe, durante el entrenamientoEn Zimbabwe, durante el entrenamiento de las Akashinga (Kim colillas / IAPF)

Vestidas con uniforme camuflado y armas en mano, recibieron un entrenamiento militar especializado. A pesar de las críticas y resistencia inicial, especialmente por parte de hombres que por poco las mandaban a lavar los platos, las Akashinga demostraron que el trabajo de conservación no tiene un género. Con el tiempo, demostraron que su trabajo no solo es necesario sino también vital para el futuro de la fauna africana.

Sus logros son notables: protegen más de 347.000 hectáreas, colaborando directamente con 498 personas en 83 hogares. Además, lograron reducir de manera significativa la caza furtiva de elefantes, contribuyendo a la preservación de una de las poblaciones más grandes de estos animales en Zimbabue. Es por esto que estiman que para 2030, la unidad reclute hasta 2 mil mujeres para proteger más de 12 millones de hectáreas, ampliando su alcance y fortaleciendo su misión de conseguir un cambio social y ecológico.

El modelo Akashinga también aborda un desafío clave: el desigualdad de género en la conservación. En muchos países africanos, la mayoría de las posiciones de primera línea en tareas de conservación son ocupadas por hombres, aunque las mujeres realizan gran parte del trabajo manual y doméstico. Al abrir espacios para que mujeres de comunidades vulnerables ocupen roles de liderazgo en la protección de la biodiversidad, Akashinga está demostrando que la conservación no es solo un trabajo físico, sino también un compromiso profundo con las comunidades y con la justicia social.Las Akashinga en un campoLas Akashinga en un campo de Zimbabue (Kim Butts / IAPF)

En un entorno marcado por la violencia y la pobreza, donde las mujeres históricamente fuero marginadas, Akashinga ofrece una oportunidad real para transformar vidas. Las seleccionadas para unirse a la unidad son, en su mayoría, madres solteras, viudas, trabajadoras sexuales, víctimas de abuso y esposas de cazadores furtivos encarcelados.

Para ellas, el trabajo no solo es una fuente de sustento, sino también una forma de sanar y reconstruir sus vidas. Vimbai Kumire, una de sus integrantes, lo resume con su frase: “Si le haces algo malo a mis animales, te atraparé” Esa fuerza y determinación encarnan el espíritu de Akashinga, un testimonio de coraje y transformación.

Tanto las Black Mambas como las Akashinga están redefiniendo qué significa proteger la vida en la sabana africana. Y demuestran que se puede liderar desde el cuidado, desde el dolor transformado en fuerza, desde la memoria de lo perdido y la esperanza por lo que vendrá.

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