Está es la razón por la que caen los satélites

La gravedad y la inercia son fundamentales para que los satélites permanezcan en órbita. No es que permanezcan en el espacio por siempre tarde o temprano, caen a la Tierra, pero ¿por qué?

Saber o conocer sobre los satélites permite reconocer que muchas de las cosas que usamos en nuestra cotidianidad necesitan satélites que sirven como puente para captar señales y registrar información desde el espacio, en una constante comunicación con la Tierra. Sin estas señales no podríamos seguir investigando el Universo, o dejarían de funcionar muchos medios de comunicación de la Tierra como los celulares o la televisión satelital.

¿Cómo se sostienen los satélites?

En 1957, la Unión Soviética lanzó con éxito el Sputnik 1, nuestro primer satélite artificial. El Sputnik 1 tenía el tamaño de un balón de playa y tardaba poco más de 98 minutos en promedio en dar una vuelta a la Tierra. Sus transmisores proporcionaron información sobre la densidad y la propagación de ondas de radio en las capas altas de la atmósfera. 92 días después de su lanzamiento, ardió en esa misma atmósfera que había ayudado a estudiar.

Con el tiempo, comenzó a perder altura, pero no era algo de alarma, sino una situación que después se descubriría que es normal, conocida como órbitas bajas. La forma de hacerlo depende de varios factores y entre ellos está uno que se conoce muy poco, tiene que ver con nuestra estrella y no está relacionado con su gravedad.

Órbitas bajas y la inercia

Una órbita baja son aquellas que están a menos de 2 mil km de distancia de la superficie terrestre. Eso significa que en un día, estos satélites pueden dar varias vueltas a la Tierra (en torno a 16 veces como mucho) y que los datos que obtienen pueden transmitirse rápidamente a la superficie.

Una vez que el satélite sale de la atmósfera, se ubica en cierta posición y comienza a orbitar la tierra. Este momento es crucial porque determinará qué tan posible es que el satélite quede en la posición deseada, y eso depende de su velocidad en el espacio, la gravedad y la inercia. La gravedad es la fuerza de atracción que ejerce toda masa sobre otra, y entre más masa tiene, mayor será.

Por eso los satélites son continuamente atraídos hacía la tierra. Por otro lado, la inercia es la fuerza que los mantiene en un movimiento recto, empujándolos hacia el espacio. Pero estos satélites, tarde o temprano, acaban volviendo a casa.

En una órbita baja, un satélite experimenta el efecto gravitatorio de los tres cuerpos grandes más cercanos: la Tierra, de la Luna y del Sol. También sufre fricción y un tercer efecto variable que tiene que ver con el campo magnético solar. El efecto gravitatorio es obvio; el efecto de la actividad solar y la fuerza de fricción no lo son tanto.

Si entendemos que la clave para que un satélite permanezca en su órbita es la interacción perfecta entre: inercia, gravedad y velocidad, si se enfrentan a situaciones como las fricciones del sol, se vuelve complejo que se mantengan en órbita más tiempo.

Es por eso que hay que darles varios empujones al año para que mantengan la órbita. En el caso de estar en el máximo del ciclo solar, al que ahora nos movemos y se alcanzará en 2025, hay que darles más empujones de lo normal. La fuerza de fricción aumenta cuando el Sol está más activo simplemente porque aumenta la densidad del entorno en el cual se mueve el satélite. Este es un efecto a largo plazo, un efecto erosivo. Y el Sol afectará, al estar ahora en uno de sus máximos de actividad.

Fuente: Ecoosfera.

Comentarios (by Facebook)