Lesa humanidad: quién es el represor con detención domiciliaria que escondía un arsenal en su casa

Está preso por secuestrar a un compañero de Kirchner CFK. La policía porteña decomisó 23 armas de fuego del departamento familiar. La historia de un ultra.

La información irrumpió en el sostenido caudal de información proveniente de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires: un arsenal de armas de fuego de distinta variedad y calibres había sido decomisado el miércoles pasado en una casa en Palermo. La dueña de la vivienda fue detenida, pero no es cualquier casa ni cualquier dueña: allí vivió, hasta que fue detenido en 2020, y con ella sigue casado el represor Alejandro Duret, condenado por crímenes de lesa humanidad.

Duret fue condenado por secuestrar y torturar durante la última dictadura a Carlos Labolita, compañero de vivienda y militancia de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.

Aunque está a su nombre, hace cuatro años que Duret no vive en ese departamento de Bulnes al 2700, en el barrio porteño de Palermo. Desde septiembre de 2020, y porque al Tribunal Oral Federal de Mar del Plata no le quedó más remedio, es uno de los presos VIP de la cárcel que funciona en la guarnición militar de Campo de Mayo. La vivienda era compartida por su esposa, Victoria del Carmen Velasco, y su hijo mayor, de 42 años, que lleva el nombre del padre genocida.

De hecho, es el hijo del represor el dueño del arsenal de 23 armas de fuego –10 armas largas, cinco revólveres y ocho pistolas, de distintos calibres, según información impartida por la Policía porteña- que la Justicia ordenó decomisar tras el allanamiento que tuvo lugar el miércoles pasado.

La investigación de la Justicia

El puntapié de la investigación, según fuentes judiciales, fue la negativa de Duret (h) a posibilitar que la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMaC) realizara una inspección en su domicilio. El organismo había detectado que las credenciales de legítimo usuario y tenencia de esas armas llevaban vencidas casi una década. El primogénito del represor impidió, en dos oportunidades, el ingreso de inspectores oficiales a la casa.

El procedimiento, solicitado por la Fiscalía Contravencional y de Faltas 4 de la ciudad de Buenos Aires y llevado a cabo por la División Investigaciones Especiales de la Policía de la Ciudad, culminó con la detención de Velasco, además del decomiso de las armas. El hijo de ella y del represor fue declarado en rebeldía, pues no se encontraba en su domicilio y se cree que está en España, pero no es el único miembro de su familia que gusta de escapar del ojo de la Justicia.

LETRAP

Duret, un ultra convencido

En 2004, Alejandro Duret acudió a los tribunales de Azul, provincia de Buenos Aires, con su uniforme de coronel del Ejército. Aún seguía en actividad en la fuerza, aún conservaba su bigote rubio. Entonces, el juez federal de Azul Juan José Comparato lo indagó por el secuestro y las torturas que sufrió Carlos Labolita, un militante peronista al que una patota de la Bonaerense cazó en la casa de sus padres, en Las Flores, en abril de 1976 y entregó al regimiento de Azul dos días después, en donde lo desaparecieron.

Duret era, en aquel momento, oficial responsable de la Inteligencia militar en la zona centro de la provincia de Buenos Aires con cabeza en la ciudad de Azul y efecto extensivo a otros pueblos como Las Flores. “Duret es el típico fundamentalista, un convencido de su tarea que, a diferencia de la mayoría de los de Inteligencia, se encargaba de ir a buscar, participaba en los operativos”, describe Cesar Sivo, abogado de la familia de Labolita en el juicio de lesa humanidad que se desarrolló en Mar del Plata por el secuestro y la desaparición del militante.

El contacto con Néstor Kirchner y CFK

Labolita y su compañera, Gladis D’Alessandro eran de esa ciudad, pero hacía años que vivían en La Plata. Hasta el día en que los militares derrocaron al gobierno de Isabel Perón, el 24 de marzo de 1976, compartieron vivienda con Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Luego se escondieron en algunas pensiones. En abril decidieron regresar a Las Flores.

“El padre de Carlos había sido detenido y él no quería dejar sola a su mamá”, contó a Letra P D’Alessandro. Una patota lo fue a buscar a fines de ese mes a la casa familiar. Estuvo tres días en la comisaría local hasta que fue trasladado al regimiento de Azul. Un testigo declaró en la causa que quien lo recibió en ese regimiento, lo encapuchó y se lo llevó, fue Duret. Días después, “visiblemente torturado, lastimado, descalzo”, lo regresaron a la casa familiar. “Buscaban una valija que por supuesto no estaba. El que comandaba el operativo era un tipo muy alto, rubio. Cuando lo ví, lo reconocí. Era Duret”, contó la compañera de Carlos, quien no fue visto nunca más.

Gladis y la mamá de Labolita declararon en la instrucción de la causa en la que señalaron a Duret. Comparato lo procesó en aquel 2004, con prisión preventiva. Fue juzgado en 2009 junto a Pedro Mansilla, jefe del regimiento de Azul. Con voto dividido –los jueces Nelson Jarazo Alejandro Esmoris a favor, Carlos Rozanski en contra–, Duret fue absuelto y recuperó su libertad. El día del veredicto, la militante progenocida Cecilia Pando intentó entrar a la sala de audiencias. No la dejaron.

Crimen de lesa humanidad

En 2011, la Cámara de Casación condenó a Duret a 15 años de prisión, revirtiendo el fallo del TOF de Mar del Plata. Un día antes, Duret dejó su departamento de Palermo y se fugó a Chile. No duró mucho. El entonces presidente chileno Sebastián Piñera lo entregó a la Justicia argentina y el represor fue a parar a Marcos Paz.

Sin embargo, en 2016 volvió a acudir a sus amigos en la Justicia que, aprovechando los vientos macristas recién llegados a la Casa Rosada, le habilitaron un escandaloso 2×1 y lo dejaron en libertad. Una de sus defensoras, María Laura Olea, es una férrea impulsora de la impunidad para genocidas. Recién en 2020, y después de rebotar en instancias recursivas, la familia de Labolita logró que Duret regresara a la cárcel.

Desde hace más de un año, y mientras la Corte Suprema demora la confirmación de su primera condena, el represor afronta una nueva posibilidad de ser condenado por crímenes de lesa humanidad. Es uno entre las decenas de acusados en el juicio por violaciones a los derechos humanos en la subzona 12, el centro bonaerense.

En ese debate, como también lo había hecho en 2009, Duret hizo uso de su derecho a declarar. “Lo dijo entonces y lo volvió a decir ahora: que él era un pececito, no era un tiburón. Y que estaba para hacer contrainteligencia adentro del Batallón, para ver si no había infiltraciones como había pasado en el 74”, sostuvo Sivo.

Fuente:Letra P.-

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